El ejercicio de escribir no solo mantiene su complejidad en el despliegue y entrega de las palabras, sino también en la manera en que se llega a ellas. Las formas son variadas, y pueden ser desde cosechas arduas bajo el sol, atrapándolas de improviso en la vía pública, o (quizás, como último recurso) comprándolas al por mayor.

De este increíble imaginario nos habla la escritora Lorena Díaz Meza en “Pulsión de tinta” (Queltehue Ediciones, 2023), un libro de microcuentos que se constituye desde la mirada cotidiana de una mujer que habla, reflexiona y enfrenta los altos y bajos del oficio de escribir.

La obra nos muestra relatos íntimos puestos con un mismo fin: dar luz a distintos tópicos a través de un mundo donde la tinta y la letra toman vida. Un espacio en el que la autora se permite mostrar su impecable escritura por medio de provocativas historias. Y como si fueran estados de la materia, refiere a las palabras y letras bajo una diversidad de formas: desde ser el grueso de una novela, la tinta que escurre por las calles o algunas frases que escapan de los transeúntes.

“A diario riega su siembra de palabras e historias y ya para la primavera ve asomarse los primeros brotes. Ansiosa, aun cuando sabe que debe esperar la cosecha, corta hojitas de letras tiernas y corre a casa, donde la espera su hermanito, hambriento de cuentos, para preparar con ella, infusiones como esta”. (“El huerto”, pág. 17).

Cada microcuento utiliza sus elementos disponibles de forma bien cuidada. No como objetos complementarios a la protagonista, sino como personajes que también accionan y se hacen partícipes mediante una personalidad y hábitos similares a cualquier ser humano. De esta forma, podemos notar que la lluvia no solo son gotas de agua, sino historias que se acumulan en charcos de tinta (“Pelo de lluvia”), y que los textos también tienen la capacidad de enamorarse de la autora que los escribe.

“Me enamoré de mi autora. Cada noche, ella me escribe y describe sin descanso. Veo desde este lado de la hoja cómo se muerde los labios, cómo se seca las lágrimas, cómo se duerme frente a la historia que está narrando, cómo se deshace de pasión en cada párrafo que me regala la vida”. (“Amores no correspondidos”, pág. 26).

En lo que respecta el orden del libro, éste se divide en cinco secciones que siguen la línea de moldear constantemente la escritura a diferentes roles y circunstancias. En “País Herido”, por ejemplo, la tinta ya no es solo aquello que acompaña e interactúa de forma indefensa. Aquí se hace participe del dolor propio de una sociedad dañada y llena de horrores, tiñendo “al país de un luto que nunca acabará” (“Herencia literaria”, pág. 47) a través de los periodistas que han aprendido a matar con su escritura.

“Hostigan con titulares y agrandan noticias. Nos alimentan con miedos, nos borran la verdad de la memoria y nos vuelven seres frágiles que se rompen al primer toque de una frase. Nos ultrajan con su pluma insolente. Ellos han aprendido el arte de matarnos con su escritura” (“Los periodistas”, pág 46).

En “Mis otras”, por otro lado, nos enfocamos en las diferentes mujeres que habitan a la escritora, abordando las presiones existentes, los diálogos cruzados, y todos estos mundos interiores donde la memoria, el enfrentamiento y la emoción viva se hacen presentes.

“Cuando alguien daña a alguna mujer de las que me habitan, es la escritora que llevo dentro quien las venga. En sus escritos deja grabado a fuego el nombre del enemigo y hace que este recorra caminos tortuosos que jamás podrá olvidar” (“Mis otras Vlll”, pág 76).

De esta forma, “Pulsión de tinta” destaca en el panorama literario actual con un recorrido que la autora construye en torno al impacto de la palabra en sus diferentes manifestaciones y contextos. No existen límites para sentir belleza, simpatía, ternura, rabia o tristeza. La pulsión siempre está, y la acción que pueda repercutir de ella nos lleva a tantos caminos como microcuentos componen esta interesante obra.

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